El infierno en las calles
No hay remedio. Cada mañana hay que recorrer las calles de Santo Domingo para llegar a los centros de trabajo, las universidades, los colegios, bancos, oficinas públicas...en fin, donde la obligación o la necesidad nos conduzca.
Pero que infernal es el acto de hacerlo, que terrible es zigzaguear por cada calle, evadiendo desde los hoyos que los cabildos y Obras Públicas nunca reparan hasta la mala educación que nos convierte en salvajes, que nos canibaliza.
Si nos viésemos. Si nos detuviésemos un instante, si pudiésemos frizar esas imágenes en las que le echamos el vehículo encima a un transeunte, en las decidimos no ceder el paso aunque la tierra se hunda.
Si nos viésemos nos daria verguenza, estoy segura. Pero no lo hacemos. Seguimos en esta parranda de irrespeto porque total, aquí todos hacemos los que nos da la gana.
Es verdad que los tapones que provocan las obras viales que ejecuta el Gobierno en Santo Domingo son la principal agresión a nuestro estado de ánimo, pero acaso no somos seres racionales.
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