Capítulo III del novelón Figueroa
Sobeida Félix Morel, su compañera sentimental y también prófuga de la justicia dominicana, se entregó posteriormente dejando atónitos a los espectadores del país que, de seguro esperaban, un final más al estilo de "Bonny and Clyde", la famosa pareja de asaltantes norteamericanos cuya vida fue llevada al cine.
Pero no. La fugitiva literalmente depuso las armas dando fin a un periplo por el país natal de Figueroa Agosto, el hombre que después de llegar al país, en 2001, obtuvo tres identidades falsas, se codeó con la crema y nata del poder militar y político (dicen por lo bajo y por lo alto), conquistó voluptuosidades femeninas a las que puso a su servicio y, dicen las autoridades, traficó con mucha droga.
Ese es el espectáculo que nos entretiene ahora. Que si Sobeida está embarazada, que si a Figueroa Agosto lo van a juzgar en el país aunque tenga en sus espaldas una condena por más de 200 años, la que no cumplió porque se escapó de una prisión en Puerto Rico.
Mientras el ego de las autoridades policiales dominicanas no cabe en ningún recipiente, porque se atribuyen protagonismo en la captura de ambos fugitivos, nadie dice si es cierto que, a parte del coronel José Amado González, asesinado en diciembre del año pasado, habían más militares en la red del capo boricua. O si ciertamente hubo funcionarios del gobierno que, sedientos de poder económico, bebieron del agua turbulenta del narcotraficante.
Y como parodia típica del patio, el bochinche entre los corrillos femeninos es lo buen mozo que ahora se ve el capo.
Pero no. La fugitiva literalmente depuso las armas dando fin a un periplo por el país natal de Figueroa Agosto, el hombre que después de llegar al país, en 2001, obtuvo tres identidades falsas, se codeó con la crema y nata del poder militar y político (dicen por lo bajo y por lo alto), conquistó voluptuosidades femeninas a las que puso a su servicio y, dicen las autoridades, traficó con mucha droga.
Ese es el espectáculo que nos entretiene ahora. Que si Sobeida está embarazada, que si a Figueroa Agosto lo van a juzgar en el país aunque tenga en sus espaldas una condena por más de 200 años, la que no cumplió porque se escapó de una prisión en Puerto Rico.
Mientras el ego de las autoridades policiales dominicanas no cabe en ningún recipiente, porque se atribuyen protagonismo en la captura de ambos fugitivos, nadie dice si es cierto que, a parte del coronel José Amado González, asesinado en diciembre del año pasado, habían más militares en la red del capo boricua. O si ciertamente hubo funcionarios del gobierno que, sedientos de poder económico, bebieron del agua turbulenta del narcotraficante.
Y como parodia típica del patio, el bochinche entre los corrillos femeninos es lo buen mozo que ahora se ve el capo.
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