El BB, de la necesidad al abuso...reflexiones de la periodista Vivian Jiménez



Dignos de leer estos conceptos, de los que se hace eco Enviacontraria.

Es indiscutible que los avances tecnológicos constituyen un significativo aporte a la comunicación rápida y efectiva y que son una herramienta invaluable y no siempre bien aprovechada para fines profesionales, académicos y prácticos.

Pero como todo en la vida, tiene sus pros y sus contras, en función del uso que se le da. Uno de los puntos flacos que le veo a la tecnología de comunicación se registra en el plano de las relaciones afectivas entre seres físicamente próximos, pues observo una tendencia que raya en lo avasallante hacia la despersonalización y mecanización.

En el caso de los que están distantes, se produce todo lo contrario: hay un acercamiento que sin la ayuda de la tecnología no sería tan frecuente.

El ejemplo más fehaciente de abuso de la tecnología de comunicación lo tenemos en los populares y “chics” BlackBerrys” (BB).

Estoy consciente de que el ritmo de vida actual los está tornando indispensables. No tengo un BB, pero sé que tarde o temprano adquiriré uno por razones de trabajo y manejo de urgencias, no por estar “a la moda” y demostrar estatus. Pero confieso que, de momento, le huyo, o más bien, aplazo la adquisición lo más que pueda para no adelantar la creación de una nueva necesidad en mi vida.

Lo aplazo también porque temo caer en el vicio de dejar de lado las verdaderas ventajas de este aparatito para limitarlo a un simple medio para compartir mensajes intrascendentes y “chatear” acerca de sandeces.

Me niego a ignorar a alguien que tengo enfrente para interactuar vía BB con otra persona a la que no le veo el rostro, ni le oigo el tono de la voz, ni aprecio en sus gestos si lo que le digo le genera alguna emoción.

Me niego a dejar de disfrutar una película en el cine para escribirle a alguien que “estoy en el cine”, o para leer tonterías como “me estoy haciendo rolos”, y luego, la actualización: “Terminé de hacerme los rolos”.

Me niego a atropellar nuestro hermoso y rico idioma español con abreviaturas incorrectas, términos inventados y palabras cortadas que desvirtúan un léxico aprendido a fuerza de estudios y consultas en el diccionario, porque “hay que ser breve y rápido”.

Me niego a enterarme de los cumpleaños, fallecimientos, bodas, divorcios y graduaciones por medio del frío BB, renunciando al sabor, júbilo, tristeza o conmoción que suelen acompañar las conversaciones cara a cara acerca de esos temas.

Me niego a dejar de atender a una clase en la universidad, donde estoy porque quiero aprender, por reír sola, como loca, ante los ojos asombrados de los demás, que no participan del chiste que me acaba de enviar un amigo.

Me niego a olvidar los matices de las voces de mis amigos, por el largo tiempo que tengo sin escucharlas, porque ahora solo “hablan” por BB. También me niego a olvidar los buenos modales y dejar hablando solo a alguien, o peor aún, a no hacerle caso cuando intenta entablar una conversación conmigo, porque prefiero al amigo del BB.

Si el uso indiscriminado del BB es la norma inviolable que marca la nueva era y ante tanta negación, en lo particular, me temo que estoy condenada a muerte “virtual”.


























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