Cambalache electoral

Como un cambalache electoral, un juego de oferta y demanda, es que pueden definierse las elecciones congresionales y municipales realizadas en la República Dominicana el pasado 16 de mayo. Los dos partidos mayoritarios -PLD y PRD- hicieron galas de una de las peores prácticas del clientelismo político: la compra de conciencia.
Mientras la Junta Central Electoral (JCE) invirtió alrededor de dos mil millones de pesos en el montaje del proceso electoral, esas dos organizaciones políticas, sobre todo el gobernante Partido de la Liberación Dominicana, le pusieron precio al libre ejercicio de votar.
Los reportes que se recojen en los medios de comunicación locales indican que los recursos del Estado se utilizaron aviesamente en la campaña electoral. Nada inocentes fue el eficiente programa de asfalatado de calles en toda la geografía nacional, la donación de comida, de electrodomésticos, en fin, la satisfacción de las grandes carencias que se opacan con el espejismo de un cargo o una ayuda posterior.
Aunque el Partido Revolucionario Domincano (PRD) no podía competir en igualdad de condiciones con el Gobierno, también se tienen denuncias de que no pocos de sus miembros repartieron recursos para conseguir el favor de los votantes.
De manera que ambos partidos son coresposables del feo espectáculos de estos comicios, en los que, por un puesto de seis años en los cabildos o en el Congreso Nacional, hay candidatos y seguidores de éstos que se atreven a perder la vida, como de hecho ocurrió en San Cristóbal, donde murieron dos personas por el enfrentamiento entre dirigentes de los citados partidos.
La resaca que queda es espantosa, pero lo peor es que la lectura del deterioro democrático que implica unos comicios como esos, sólo queda entre las voces críticas, porque los sectores donde los políticos cosechan ganancias -los más empobrecidos- esperarán dos años más para que comience la fiesta de las elecciones presidenciales de 2012.

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